martes, 26 de octubre de 2010

Cuando amar no era un problema

Tiempo añejo he recordado,
cuando amar no era un problema,
sin poder, lo cual me quema,
hoy volver a ser pasado.

Cuando el brillo de las velas
no se apagaba a distancia,
sin sufrir por la fragancia
de quien hoy mi alma encarcela.

Cuando el ver o no sus ojos,
sus colores, su alegría,
su resplandor no podía
manejar mi fe a su antojo.

Cuando su estar, que hoy me altera,
sumiso, sin serme fiel,
no escribía en un papel,
sintiendo lo que sintiera.

Cuando no era soledad
el no estar acompañado.
Cuando estaba ella a mi lado
sin, de hoy, mi infelicidad.

Cuando la luz no faltaba
en todo lo ajeno a ella.
Cuando no habían ni estrellas
ni nubes que las taparan.

Cuando escuchaba su boca
simplemente la escuchaba,
no caricias que hoy socavan
y a mí de mí me derrocan.

Cuando en noches no veía
su bello rostro en la almohada
mirándome, recostada
besándome, yo reía.

Yo reía, era feliz
cuando amar no era un problema,
sin poder, lo cual me quema,
borrar tan fatal desliz.

sábado, 16 de octubre de 2010

Un globo

Un globo.
Un simple globo.
Un insignificante globo desinflado.
Desinflado por pasar inadvertido al ser tan solo un globo.
Un globo permanentemente vacío.
Un globo al que si alguna vez llenaron de aire no se molestaron en ponerle un nudo.
Un globo que al no estar inflado no tiene fuerzas para buscar a alguien que le infle.
Un globo que no flota.
Que nunca flota.
Que ansía flotar.
Un globo que desea elevarse sobre los tejados más altos y que la gente admire sus bellos colores.
Los colores de un globo que jamás nadie miró.
Un globo.
Un simple globo.
Un simple e insignificante globo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Necesito

Necesito, necesito, necesito…

Necesito sentir una respiración en mi cuello.
Necesito dos labios en mi piel.
Necesito estar estrechado entre dos brazos.
Necesito dos ojos que me miren sin apartarse.
Necesito mirarlos yo también.
Y que por un momento el mundo se evapore.

Necesito, necesito, necesito…

Necesito la soledad acompañada.
Necesito no conocer el sufrimiento.
Necesito el sinsentido de la angustia.
Necesito oír te amo y responder.
Responder casi por obligación.
Pero necesito.

Necesito, necesito…

Necesito aunque se acabe.
Necesito no tener que vivir mirando.
Necesito que el pasado deje de ser futuro.
Necesito dejar de necesitar y tener.

Lo necesito

No quiero necesitar.
Pero necesito.
Necesito para vivir y estoy muerto.
Siempre he estado muerto.
Por eso necesito.

Necesito, necesito…

Resumen de mi vida

Del dolor supremo sufrido he pasado al sumo aburrimiento con apenas unas pinceladas de agonía.
Soy fruto del árbol de la costumbre.
Veo tan lejos lo que tanto he perseguido que me he sentado y he dejado el intento en el olvido.
Por aburrimiento y resignación.
Le encanta que corra detrás de él sin alcanzarle. Solo vive para que nunca le alcance.
Tal vez se acerca al ver que he dejado de correr.
Y si ni siquiera se resigna a acercarse, tampoco importa.
Aunque se acercase y yo recobrara fuerzas para seguir aguantando, no tendría sentido pensar que en algún momento fuera a atraparle.
No soy un insensible, es que he hecho tantos esfuerzos sin conseguir nada que ya no tengo ganas de tener voluntad ni esperanza.
Estoy tan harto que ya ni quiero hacer el esfuerzo mínimo de girar el picaporte, aburrido de encontrar tantas cerraduras con llave.
Y mirar. Solo mirar a lo ajeno y sonreír aunque sea por saber que no todos comparten mi suerte.
Pero siempre tiene que entrar en aumento la angustia.
Siempre tiene que haber un indicio minúsculo de que todos los versos escritos han sido tinta gastada y de que nada es tan terrible.
Y siempre darme cuenta poco a poco de que es la misma esperanza que la otra vez se había hecho pedazos.
Siempre poco a poco, lo peor viene despacio.
Siempre es un siempre.
Una repetición constante y monótona de una pseudo-vida.
Por eso es que he decidido sentarme y no hacer nada, esperando mi muerte.
Apagaré la televisión si vuelve a empezar la misma película que tanto he visto y de la cual me he acabado cansando.

Pero, ¿sabes qué?
¡Que todo esto es mentira! ¡Y lo sé!
¡Mañana volverá a nacer la esperanza y se repetirá todo de nuevo, estos pensamientos incluidos!
¿De qué me sirve ser cuerdo y aceptar la idea de que vivo, viviré y moriré completamente solo si esta misma se desvanece y reaparece luego con más rabia que antes?
¿Seguirá este proceso de aumento hasta explotar en la locura o moriré sin haber llegado a la completa cima suprema de la angustia?
¿Será esto así o es solo que sufro su ausencia ahora para que cuando encuentre lo que busco cobre un valor excepcional?
¿Y si es eso? ¿Y si es que esto acabará como tantas veces predije y podré volver a estar vivo?
¡Fuerzas superiores, si hay alguna! ¡Dejad de alargar esta larga espera y dadme ya una señal de futuro!

Y sin darme cuenta he vuelto a la estúpida esperanza.

Estancado

Cada vez que intento apartar aunque sea solo por un rato la melancolía de lo no ocurrido, cada vez que intento mirar hacia el lado contrario del rincón sin luz, cada vez que veo un atisbo mínimo, minúsculo de vida, algo que apenas nadie puede ver pero que para mí cobra una importancia suprema… Siempre hay algo diminuto que destruye mi principio de lo que podría ser felicidad.
Y siempre ocurre por casualidad. Casualmente, siempre ocurre algo por casualidad.
Pero lo que realmente me ha hecho volver a escribir el mismo discurso de siempre es la sorpresa que he obtenido al ver mi falta de sorpresa.
Parece que ni me había dado cuenta de que ahora vivo en un estado neutro, aunque yo mismo creyera fingir felicidad por momentos.
El no haber conocido la felicidad y mucho menos la felicidad plena y haberme dado cuenta tan a menudo de ello ha provocado que esta sensación no sea más que una triste rutina.
Tendré que resignarme a la alegría amarga de conocer solo de vista a la felicidad.

Quiero

Quiero no sentir. Quiero no querer. Quiero existir sin más. No quiero ser lo que ahora me doy cuenta que soy. Si dejara de serlo no lo echaría de menos. Quiero olvidar todo lo que sé. Olvidar todo lo que aprendí. Quiero olvidar incluso lo que no he vivido. Quiero vivir sin saber nada y no volver a sufrir.

Ironía sentimental

Tengo irónicamente claro que el futuro deseado está al caer y que es estúpido que dicho futuro llegue.
Miles, millones de pequeños gestos me indican su cercanía. Pero lo mismo llevo pensando desde hace años sin que nada llegue.
Prácticamente todas las noches me acuesto rindiéndome, con la idea de aceptar de una vez la vida insípida o casi que me ha tocado.
Pero despierto a la mañana sin siquiera recordar los pensamientos que había tenido hace apenas unas horas.
Creo que por el día nunca he mostrado mi lado deprimente y realista.
Supongo que es por haber acostumbrado al mundo de que existe un solo yo.
Y no tengo ganas de arruinarme la vida teniendo que lidiar con dos yos con el resto de la gente.
Me basta con aguantarme yo solo.

Felizmente triste

Estoy contento al saber al fin que mi tristeza será eterna.
Me alegro de haberlo sabido pronto. Si hubiera extendido la felicidad de lo que nunca llegaría, en el momento en el cual descubriera lo verdadero de mi tristeza oculta, esa misma tristeza sería aún mayor, inmensa por haber descubierto que había vivido una vida entera sin demasiado sentido.
Sin el sentido que mueve al resto de sentidos.
Me alegra haber descubierto temprano que al mecanismo de la vida le faltaba el engranaje mayor.
Ahora podré llevar una vida sabiendo el por qué de todo.
Y no me sentiré extrañado en absoluto, aunque ello forme parte de la tristeza.
Por fin podré llevar una vida sin vivir, pero sabiendo que no vivo.
No tendré que preguntarme de nuevo por qué funciona mal todo.
Era simplemente que el mecanismo madre faltaba.

Un mundo sin amor

Creo que un mundo sin la existencia del amor sería un mundo mucho más feliz.
Y podéis decir que el amor trae consigo un torrente de alegrías y una inmensa cantidad de buenos momentos, cosa que no dudo.
Pero en serio que preferiría haberme ahorrado todos los dolores y angustias que he sufrido por su culpa.
Las personas que lean esto podrán estar de acuerdo o en desacuerdo conmigo.
Aquellos que estén en desacuerdo serán aquellos que han conocido el amor en su lado luminoso. Y los que estén de acuerdo serán, probablemente, un reflejo de mí.
Serán los que como yo han visto más veces el amor en su lado oscuro y putrefacto, los que no hallan sentido en al amor y, en algunos casos, ni en la vida por tener definitivamente claro que cupido apunta siempre al lado contrario del lado en que estamos los que tal vez sepamos cómo es realmente el mundo.
Si no existiera el amor, ni cupido, ni nada de eso, el mundo sería feliz por igual, aunque sea mínimamente.
¿Y que sería de los afortunados de este mundo en mi mundo imaginario?
Simplemente sus vidas continuarían sin inmutarse.
Porque, ¿qué echarías de menos del amor? ¡Nada! ¡No podrías echar de menos algo que no hubiera existido! ¡Y nos limitaríamos a ser felices!
Nos dedicaríamos a vivir en la maravillosa inconciencia, siendo felices y sin saber absolutamente nada. ¿Pero quién quiere saber teniendo felicidad?
Y justamente la conciencia de todo lo que existe es lo que me ha amargado la vida.
Más bien la conciencia de la inconciencia ajena. Y de su feliz desconocimiento.
¿En serio no crees que un mundo sin amor sería maravilloso?
Sería fantástico no volver a conocer el sufrimiento.
Olvidarlo todo.
Ser otra persona en otro mundo.
En un mundo perfecto sin amor.

La esperanza

He de reconocer que era maravilloso mientras había esperanza.
Esperanza llena de estúpida felicidad.
Pero en el fondo de mí, otro yo, el yo consciente, el que normalmente soy, pero que en momentos de esperanza se torna invisible, intentaba hablarme.
Podría intentar engañarme y decir que no le oía.
Le oía perfectamente, pero la esperanza me hacía creer que simplemente él tenía otra visión del mundo, una visión errónea.
Momentos de esperanza en los que creo que toda visión pasada de mi ser estaba equivocada.
En los que creo inútilmente que todo ha dado la vuelta.
En los que disfruto de un futuro que no ha llegado ni llegará, pero que tengo la certeza de que vive. Y que solo hay que esperar.
Y llega el futuro distorsionado. Y no odio el futuro por haberme abandonado.
No puedo odiar algo que nunca existió, que nunca llegaría.
Lo que había llegado es un pensamiento que ni yo mismo sé cuándo, cómo y por qué apareció y que lo otorga la esperanza.
Y cuando la esperanza se va, sé que si vuelve no vacilaré en cerrarle la puerta antes de que me vacíe de nuevo.
Pero la esperanza vuelve, obviamente.
Y le vuelvo a dejar entrar, sin saber verdaderamente por qué, tal vez creyendo que ya tiene conciencia de lo que es justo y lo que no.
Y cuando se está yendo, a lo lejos se gira y me mira.
Y sonríe.
Y yo también sonrío al deducir la mentira de la esperanza.
Y no hace falta que mire dentro para saber que ya no está todo aquello que pude recuperar con tanto y tan odioso esfuerzo desde su última visita.
Pero siempre me vuelve a ver, y siempre le dejo entrar, y siempre se oye lejanamente la voz de la cordura diciéndome que es ella. Que es ella y volverá a marcharse.
Y siempre que la esperanza repite su ida, otra voz, otra cordura distinta me dice desde un lugar cercanamente recóndito que cuando vuelva se quedará. Seguro.
Y el ciclo se repite una y otra y otra vez, durante el cual se van pudriendo mi alma y mi sentido de la vida.
Lo más angustioso es no saber cuál de las dos es la verdadera cordura.
Tal vez ni ellas mismas lo sepan.